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Ficción y realidad de nuestro racismo

Publicado: 2014-03-16

Me ha llamado sobremanera la atención que la opinión de una persona tan autorizada como la del sociólogo Santiago Alfaro acompañe el despliegue que hace El Comercio el día de hoy de los resultados de una encuesta sobre el racismo según los cuales, “más del 90% de limeños cree que hay racismo en el Perú”, para, a renglón seguido, asegurar “que más del 50% piensa que los personajes de la televisión Negro Mama y Paisana Jacinta no son ofensivos”. O sea, no son racistas. Y me ha llamado la atención por la siguiente razón.  

Según El Comercio, “para el sociólogo Santiago Alfaro, de la PUCP, esa aparente contradicción [el subrayado es nuestro] se da porque el limeño distingue la realidad de la ficción”. ¿Qué resulta en apariencia contradictorio?

Que para los encuestados una cosa sea el racismo puro y duro de las calles y de nuestra vida cotidiana y otra el racismo que no es racismo de nuestra televisión. Dicho de otro modo, para los encuestados ni el Negro Mama ni la Paisana Jacinta son racistas porque son de ficción, cuando ambos, realidad y ficción, son las dos caras de una misma moneda. O que, en apariencia hay una contradicción en las respuestas de los encuestados al reconocer un tipo de racismo y no otro, porque el segundo no es tal, no es racismo porque es de ficción, de mentirita y hecho para ‘divertir’ (“distingue la realidad de la ficción”).

Y es que la frase en la que se cita la opinión del especialista está tan ambiguamente construida y/o resumida que a mí no me queda claro el asunto. Y no me queda claro por tres razones: 1) porque su comentario encabeza un notorio gráfico destacando la aparente absolución de estos dos aborrecibles personajes por más de la mitad de ‘los limeños’ (que harán la felicidad de su creador); 2) porque estos resultados aparecen en un diario (como ocurrió con la mayoría de ellos) que hace apenas unos días, y en primera plana (http://on.fb.me/1g1lAyr), destacaba (¿celebraba?) la reaparición de uno de ellos en la señal abierta; y 3) porque ocurre la misma semana en que una joven huancavelicana obtenía dos medallas de oro -incluido un nuevo récord- para el Perú en los Juegos Odesur y no mereció el mismo despliegue informativo o atención de este medio y otros en sus primeras planas (impresas y web, http://on.fb.me/1lGWTXk) y que sí tuvo el personaje de Jorge Benavides.  

Con tantos años de trabajo en el periodismo, y habiendo entrevistado a decenas de personas durante su ejercicio, sobradamente sé que en muchas ocasiones la tiranía del espacio y el tiempo nos obligan a resumir una o media hora de conversación en apenas una línea. Estoy seguro que lo que Alfaro quiso explicar o decir es que la ‘aparente contradicción’ no es tal porque lo que se ve en el mundo real y en las pantallas de televisión es el mismo desprecio por el otro al que nos tiene acostumbrado un país marcadamente racista como el nuestro, por más que los entrevistados se nieguen a aceptarlo y se empeñen en distinguir un racismo de otro. Uno real y condenable y otro de ficción, cómico y nada ‘ofensivo’, y por lo tanto aceptable.

Pero seguramente esto se quedó en el tintero del redactor. Como seguramente también se quedó algún comentario sobre esa persistente costumbre limeña de aceptar su racismo y, al unísono, negar o matizar con algún eufemismo las muestras más despreciables de este. Aunque se traten de ficciones.

Ya ve señor Du Bois, la importancia de contar con suficientes correctores de estilo que detecten estos gazapos, esas ambigüedades que pueden hacer la diferencia en un diario verdaderamente serio y comprometido en la lucha contra el racismo.

Volveré sobre este asunto mañana, comentando los dos concursos sobre el Bicentenario que actualmente están convocados.


Escrito por

Jorge Moreno Matos

Periodista por accidente. Historiador frustrado. Padre orgulloso. Rabiosamente ateo.


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