"Narra la independencia desde tu pueblo tu distrito o tu ciudad" es el concurso de ensayos que propone releer los orígenes de nuestra historia republicana y recuperar a los actores silenciados por la historia oficial. A doscientos años de la Rebelión del Cuzco, la historiadora, organizadora del concurso, Cecilia Méndez, de los silencios de nuestra historia y su desaparición en la conciencia actual de los peruanos y cómo la herencia de Sendero nos inhibe de repensar las insurgencias del pasado.
La independencia comenzó antes de San Martín
- “La independencia no fue el 28 de julio de 1821”, entonces ¿qué es y cuándo fue?
- Esa frase es una provocación. Desde niños nos enseñan que la Independencia debe recordar el día de la proclama de San Martín en Lima. Cuando afirmamos que la independencia no fue ese día, lo que tratamos de decir es que hubo, desde antes todo un proceso que no puede ser ignorado y que ha sido silenciado y olvidado por la historia, pese a que en él participaron muchos peruanos. Fueron insurgencias que estallaron principalmente en las provincias y que, curiosamente, al narrar la independencia se les suele ubicar como un simple pie de página.
- ¿Cuándo inicia y cuando llega a su fin este proceso?
Una de las peculiaridades de la historiografía peruana es que no hay claridad respecto a cuándo comienza la independencia, no hay un hito inicial que inspire un mínimo de consenso. Oficialmente celebraremos el Bicentenario en el 2021 porque conmemoramos el día de la proclamación, pero somos una excepción. Ningún país de América Latina, salvo Brasil, conmemora la independencia el día de la proclamación. Si te pones a pensar, en América Latina, en México, Argentina, Bolivia, Ecuador, ponle nombre, Colombia o Chile, ninguno de esos países celebra su independencia conmemorando el día que la consiguió, ni siquiera el día que se proclamó, sino el día del primer acto insurgente, considerado como el primer acto de ruptura con España, y es el caso de las juntas de insurgentes. En todos los demás países los hitos oficiales de la independencia son los hechos que marcan el inicio de un proceso.
Quienes promovemos el concurso no podemos afirmar categóricamente en qué fecha se inició el proceso, sino que a través del concurso queremos plantear a la gente esa pregunta y generar un debate sobre la necesidad de repensar la independencia como un proceso y no solamente como un día en que todo mágicamente ocurre.
Cuzco, 1814: rebelión y silencio
- ¿Se puede afirmar que los peruanos ya estamos viviendo el Bicentenario?
- Es lo que nosotros postulamos, porque cronológicamente se cumplen los doscientos años de muchos eventos importantísimos dentro del proceso de independencia. Este año, por ejemplo, se cumplen los doscientos años de la Rebelión del Cuzco, un suceso importantísimo. Fue una rebelión bastante radical, incluso más, en su discurso separatista, que la rebelión de Buenos Aires, la de Quito y la de Charcas e incluso que la rebelión de Hidalgo en México, en 1810; estas desafiaron a la autoridad española en América, pero no cuestionaron la autoridad del rey de España, como lo hizo José Angulo, el líder más radical de la rebelión del Cuzco. Sin embargo, no se le da la importancia debida. Se trata de un silencio muy antiguo.
- ¿Por qué este silencio?
Una de las razones por las que se silencia estos hechos es que hubo una radicalidad y un grado de violencia de los que no se quiere tener memoria. Creo que hay que entender, en primer lugar, la radicalidad de las rebeliones y, en segundo, quiénes fueron los afectados y sus herederos. En 1814 los rebeldes del Cuzco mataron a dos intendentes. Eso era algo tremendo, porque la autoridad del intendente es la que seguía a la del virrey en las provincias. Luego hay que preguntarse, ¿quiénes han contado la historia? El regente de la Audiencia del Cuzco era Manuel Pardo y Rivadeneyra, un personaje muy distinguido que fue apresado por los rebeldes y que por suerte salvó de morir. Su hijo, entonces niño, era nada menos que Felipe Pardo y Aliaga, quien tendría un papel importantísimo en la política peruana de la primera mitad del siglo XIX, y fue padre además, del primer presidente civil que tuvo el Perú, Manuel Pardo y Lavalle, que a su vez fue padre de otro presidente, José Pardo y Barreda. Lo que quiero decir es que los afectados por la violencia de los revolucionarios fueron los miembros de la clase que ha gobernado el Perú. Escritores eminentes, intelectuales ilustradísimos, que evidentemente no guardaban un grato recuerdo de los rebeldes, pues los recordaban como hoy a un terrorista, fueron quienes tuvieron en sus manos la elaboración del discurso oficial.
La herencia de Sendero y la dificultad de pensar la historia
- Ante el Perú de hoy, mayoritariamente urbano y de orígenes andinos, ¿qué aspectos debería contemplar una nueva interpretación de la historia republicana?
Te voy a dar un ejemplo, porque es más fácil ver lo que ha pasado que lo que está pasando. Un ejemplo de cómo la historia responde a una realidad actual se dio durante el gobierno de Velasco. Se construyó una narrativa nacionalista e indigenista de la independencia que antes no había existido como discurso oficial desde el Estado. Se saca a Túpac Amaru de sus casillas cusqueñas y se le pone como el héroe máximo de la revolución de Velasco pero también de la independencia nacional. Esa es una muestra. En ese momento había movimientos masivos de campesinos, tomas de tierras, todo un movimiento internacional que favorecía cambios revolucionarios, el auge de la izquierda en América Latina. La historia, que había ignorado a estos personajes, comienza a incorporarlos.
En el Perú de hoy la dificultad que tenemos para que la historia escrita se ponga a tono con el presente es la violencia de Sendero Luminoso. La violencia de Sendero ha ocasionado la retracción de una perspectiva que tendría que darse en la historiografía en torno a las poblaciones rurales. Como tú bien dices, muchas personas antes vistas como migrantes pobres, ahora se pueden considerar burgueses o empresarios o gente aspirante a clase media o que por lo menos han tenido capacidad adquisitiva cercana a la clase media. Esta nueva realidad no necesariamente se plasma en una nueva historiografía. Sin embargo, creo que es cuestión de tiempo, porque los historiadores tienen que procesar el presente.
La historia ha sido desplazada, como instancia que define la identidad nacional por otros elementos, donde los chefs y los deportistas tienen un rol más importante. La cuestión mediática cobra preeminencia. Por eso siempre digo que estamos en la era del hitoricidio y para entenderlo hay que ver la confluencia de dos factores. Un factor global, que es la tendencia al consumismo: “Yo soy mientras consumo”, “soy mientras tengo plata”. El otro, es la herencia de Sendero. La herencia del terrorismo nos inhibe de crear nuevas narrativas históricas y propende más hacia el olvido. La gente no quiere hablar de violencia, no quiere hablar de temas conflictivos; cualquier historia que tenga que ver con revoluciones, campesinos e indígenas, es vista como un tema fastidioso que no se quiere tocar. Es por eso que hoy es mucho más difícil hablar de la independencia de lo que fue en tiempos de Velasco.
Narrar la independencia más allá de la academia
- ¿Por qué la amplitud y la diversidad de esta convocatoria?, ¿por qué se ha querido llegar tan lejos?
La idea de quienes organizamos el concurso es tratar de romper con un elitismo intrínseco a nuestra práctica profesional, Solemos valorar la producción que está oficialmente autorizada por la academia, pero la historia no la hacemos los historiadores solamente.
Además, también es frecuente que cuando se organiza un concurso de ensayos los ganadores sean siempre un mismo grupo vinculado a ciertas universidades e instituciones. Son personas que tienen acceso a información y recursos y que tendrán sin duda la posibilidad de producir los mejores trabajos. Nosotros queremos romper con ese problema estructural haciendo la convocatoria lo más abierta posible y ojalá que las personas que leen esta entrevista se animen a escribir porque sabemos que mucha gente sabe del concurso y tenemos muchas ganas de leer sus trabajos.
- Por otra parte, la convocatoria quiere alentar a que el quechua y el aymara y otras lenguas originarias sean útiles para crear conocimiento.
Absolutamente que sí y que no sean vistas solamente como lenguas folclóricas de adorno, del pasado, de la arqueología, sino como lenguas vivas y en tanto lenguas vivas, si se trasladan a la escritura serán más respetadas.
Lea la versión completa de la entrevista a Cecilia Méndez en el blog: